Los sillones y las butacas son muebles de asiento que nos acompañan desde tiempos inmemoriales. En cuanto al diseño de cada uno, cada pueblo en distintos momentos de la historia ha ido añadiendo o quitando elementos, ha variado formas, finalidades y materiales para su construcción. Ha habido momentos en los que no se diferenciaban apenas los unos de los otros y momentos en que el sillón tenía peculiaridades propias que hacían imposible asemejarlo a una butaca.

El sillón

En España el sillón lo entendemos como el asiento más cómodo de la casa. Es un asiento de dimensiones anchas y sin embargo no se suele compartir con nadie más tal y como haríamos con un sofá. Suele estar generosamente acolchado para ofrecer al usuario la mayor comodidad posible. El respaldo es lo suficientemente alto para que podamos reposar la cabeza. Los reposabrazos están asimismo acolchados de forma que todo nuestro cuerpo y cada una de sus extremidades reposa sobre una superficie mullida.

La cosa es que no siempre fue así. Si hacemos un breve repaso de la historia del sillón, veremos que en la antigüedad llamaban sillón a una suerte de silla con reposabrazos, pero el acolchado ni estaba ni se lo esperaba. Era un asiento para poder sentarse de forma algo más confortable que una silla. Otorgaba sin embargo más categoría a su usuario que al resto de personas sentadas en una silla.

Si su diseño era a priori sencillo, andando el tiempo, el sillón va adquiriendo sofisticación. Pero no es aquí donde se vaya a pormenorizar su historia y evolución. Tan solo trataremos de imaginar la diferencia entre un sillón de un terrateniente de una finca junto al río Nilo del antiguo Egipto y el de un noble de la corte de Luis XV. El primero madera y fibras naturales. El segundo maderas nobles trabajadas por ebanistas y tapizados de brocado por especialistas.  

Pero si queremos ver donde se distinguen los sillones de antes con los actuales es en su finalidad. Si los primeros estaban pensados para dar relevancia a su usuario en una reunión, los segundos epitomizan la búsqueda de calma y reposo alejados del bullicio. Tan es así que, incluso aquellos sillones que están junto al sofá en medio del salón, algunos de ellos tienen orejeras que de alguna forma aíslan a que se sienta en él. El caso es que las orejeras son un invento inglés que protegía de las corrientes de aire.

La butaca

Este asiento, en España, se caracteriza por ser un mueble que no quiere ser silla, pero no llega a sillón. Con esto queremos decir que es una silla más confortable, pero sigue siendo un asiento adecuado para reuniones sociales. Uno no llega a apoltronarse como lo hace en un sillón orejero a la hora de la siesta en un día de verano.

La etimología de butaca nos lleva de viaje nada menos que al caribe del siglo XVIII. Allí, los indios cumanos tenían su propia palabra para asiento: la putaca. También se difundió este mueble con el nombre de campeche. Parece ser que se le dio este nombre en la provincia mejicana de Yucatán en la que había mucho tráfico con el puerto de la Habana de Cuba. En la capital cubana existe un barrio llamado Campeche. A los que eran originarios de este barrio se los tenía en Yucatán por gente amigable y alegre. (Por cierto, de aquí viene el término campechano). Por extensión, aquel asiento que reportaba alegría y comodidad distendida se acabó llamando campeche.

El diccionario define así la putaca: asiento bajo y cómodo, de respaldo alto, con brazos y patas de tijera. Una pieza de tela o de otro material flexible, por ejemplo, fibras vegetales, que se fija al travesaño superior del respaldo y al delantero del asiento, hace las veces de asiento y de respaldo, como en una hamaca. Tiene origen en las colonias españolas del Caribe, donde se empleaba para dormir la siesta. Está en uso hasta el siglo XVIII.

Por lo visto, también el tercer presidente de los Estados Unidos Thomas Jefferson supo gozar de las bondades de la siesta en una butaca a la que se llamaba en inglés campeachy. Así lo atestigua un ejemplar que todavía hoy se encuentra en su antigua residencia de Monticello en el estado de Virginia.

El sillón y la butaca son similares, pero bien distinguibles

Una vez que hemos hecho revista a los orígenes de cada tipo de asiento, veamos ahora a donde nos lleva la actualidad.

Si lo que buscamos es el relax y la máxima comodidad veamos que podemos ofrecer de entre las piezas de nuestra colección de sillones.

El rey del descanso es sin duda el sillón Relax con 3 motores Zurbarán. En él todas expectativas de descanso se van a ver cumplidas con creces. El poder elegir a voluntad la posición e inclinación del respaldo, así como del reposapiés es un privilegio que pocos asientos pueden ofrecer.

Si lo que queremos es llenar nuestra sala de estar de modernidad y distinción podemos optar por el sillón manual Loira gris. Cuando nuestro cuerpo se posa sobre él, el confort adquiere su verdadero significado.

En cuanto a nuestra colección de butacas, aquí prima el estilo. Por supuesto la comodidad está más que asegurada, pero en ellas se persigue el objetivo de llenar de estilo moderno nuestro salón. Todas ellas quedan suspendidas por finas patas metálicas que aligeran toda la pieza sin ser tan rotundas como los sillones. La butaca Dame rosa es un buen ejemplo. Su tapizado en rosa palo y sus patas le dan una elegancia que inunda la estancia donde se encuentre.

Otra pieza que se distingue por encima de las demás es la butaca Beverly Hills. Se la puede adquirir en tonos gris, rosa e incluso verde. Siempre conservará sus patas en dorado lo cual hace de este asiento el protagonista de la estancia.

En Camino a Casa sabemos muy bien lo que buscan nuestros clientes. La calidad de los materiales y el diseño hacen de todas nuestras piezas algo único. Nuestros clientes saben que la calidad que ofrecemos es difícilmente igualable. Cada sillón que se llevan a casa se convierte en el lugar preferido para el relax y cada butaca se disfruta con los ojos del que quiere ver su hogar vestido de diseño y comodidad.